Hay cuentos y fábulas que nos ayudan a entender algunos comportamientos, nos sirven para potenciar nuestro desarrollo personal, entender algunas cosas de la vida, así como a nosotros mismos, desde una nueva perspectiva. Es bueno reflexionar de vez en cuando para poder ver hacia donde vamos.
Hoy te traemos algunas fábulas que te harán pensar. Cuéntanos tu opinión sobre ellas.
Lo material no es lo más importante
Hace mucho tiempo, un hombre regañó a su hijo pequeño de 6 años por desperdiciar todo un rollo de papel de regalo para envolver una caja.
El niño, apesadumbrado, a pesar de la regañina, dejó la caja envuelta bajo el árbol de Navidad y a la mañana siguiente, cuando todos estaban abriendo los regalos, se la entregó a su padre diciéndole: «Esto es para ti, papi».
Él, sintió vergüenza de la reacción del día anterior y emocionado, abrió el regalo. Pero al ver que en el interior de la caja no había nada, le dijo en tono contrariado a su hijo: «Cuando se hace un regalo siempre tiene que haber algo dentro, aquí no hay nada, solo una caja».
El niño, llorando, le dijo: «Pero papi, no está vacía, la llené de besos y cariño para ti».
El padre, conmovido, abrazó a su hijo y le pidió perdón.
Con el tiempo, el niño creció y se fue a vivir muy lejos. Su padre, cada vez que la echaba de menos, metía su mano en la caja y sacaba un beso imaginario. Así se llenaba de todo el amor y cariño que le regaló su hijo y depositó en aquella caja.
Las cosas no son lo que parecen
Una chica estaba aguardando su viaje en tren en una sala de espera en una estación. Como debía esperar por muchas horas, decidió comprar un libro para matar el tiempo. También compró un paquete de galletas. Se sentó en un asiento para descansar y esperar la llegada de su tren.
Al lado del asiento donde estaba la bolsa de galletas se sentó un hombre que abrió una revista y comenzó a leer. Cuando ella tomó la primera galleta, el hombre también tomo una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada. Apenas pensó: «pero, que descarado, si yo estuviese más dispuesta, le daría un golpe en la boca para que no se le olvide que no puede comer, lo ajeno».
Cada vez que ella tomaba una galleta, el hombre también tomaba una. Estaba muy indignada que no conseguía reaccionar. Cuando quedaba apenas una galleta, pensó: «ah… que será lo que este maldito caradura hará ahora?». Entonces el hombre dividió la última galleta por la mitad, dejando la otra mitad para ella. ¡Ah!! ¡Aquello era terrible! Cerró con fuerza su libro, cogió sus cosas y se dirigió hacia otro lugar del recinto.
Cuando llegó el tren y se acomodó en su asiento, miró dentro de su bolso y descubrió que su paquete de galletas estaba allí … ¡Todavía intacto, completamente cerrado! Sintió tanta vergüenza. Solo entonces percibió lo equivocada que estaba, había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolsa.
El hombre había compartido sus galletas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado, mientras ella estaba totalmente fuera de sí misma. Ya no había tiempo de pedir disculpas, el tren había salido.
Es importante observar, valorar nuestros comportamientos, actitudes y no dejarnos llevar por la apariencia de las cosas. ¿Te ha pasado alguna vez?